Me desperté con un terrible dolor de cabeza y olor a alcohol, estaba en un parque, o en el patio de alguna casa. Me tapé la cara con las manos hasta que las ganas de vomitar se fueron y me senté. Desorientada observé lo que había a mi alrededor, hamacas desoladas y tristes, uno que otro banco y árboles, muchos de ellos. Calculé que eran alrededor de las cinco y media de la mañana, pues los rayos del sol comenzaban a aparecer.
Palpé el bolsillo trasero de mis jeans y no encontré mis cigarrillos, lo mismo hice con el izquierdo, y nada, solo mis llaves. Sentía un peso terrible en el estómago, como si algo además de la nicotina me faltara, se me ocurrió que quizás solo estaba dramatizando y era producto del ayuno, pues no había cenado anoche.
En fin, luego de unos minutos me levanté dispuesta a volver a casa y en el camino comprar algo para comer. Metí las manos en los bolsillos de mi campera y me encontré con una hoja, o mas bien dicho, una carta. Le eché un vistazo, pero las letras se mezclaban frente a mis ojos, así que la volví a guardar.
La jaqueca seguía, cada vez hacía mas frío y sentía que nunca iba a llegar a mi habitación. No encontraba ningún negocio abierto y me preguntaba por qué demonios la gente no madrugaba para comenzar a vender antes y en su consecuente tener mas dinero, estaba molesta. Paré en seco, bostece, y decidí sentarme en la vereda para leer ese trozo de papel tan insulso que me intrigaba.
Letra hacía la izquierda, en cursiva, horrible, era la tuya, por supuesto. Allí me pedías perdón unas doce veces, decías cosas sin sentido, y explicabas cuanto me querías. Como posdata había un poema, el cual me dejó un sabor amargo en la boca
Las lágrimas caían caprichosamente por mi cara y estaba aún mas enojada, contigo, y conmigo, porque claro, yo siempre tenía que tener parte de culpa. Me quedé llorando en plena calle con la frente pegada a las rodillas, me acordé que estaba sola, y por qué me desperté allí.
La noche anterior me había resignado a quedarme sentada en el piso mientras fumaba, así que fui a tu casa, convencida de que me ibas a abrir la puerta, y quizás dormir en tu cama, pero no, tu madre me dijo que te habías marchado sin dar explicación alguna y supe en dónde estabas.
Para cuando te encontré, estabas hecho un mar de lágrimas, sentado en una hamaca, con una botella de vodka, mirando las estrellas. Me abrazaste y preguntaste por qué te sentías así, por qué las cosas malas te ocurrían solo a ti, y si alguna vez se me cruzó por la mente que todo lo bueno estuviera pasando en otro lugar excepto en tu vida, o en la mía. Me preguntaste muchas cosas, muchas cosas que no podía responder, lamentablemente.
Me dijiste que no querías apartarte de mi, porque cosas malas te ocurrirían, me dijiste que tenías terror a morir solo, pero seguramente lo harías, lo cual negué rotundamente. Tus ojos marrones estaban hinchados y rojos, tus labios estaban secos, tu pelo revuelto y eras un desastre. Querías ser feliz, pero obtenías todo lo contrario.
Traté de consolarte por mas de una hora, hasta que tu llanto cesó y quedaste dormido sobre mi regazo. Te observé hasta que se me acabaron los cigarrillos, tenía sueño, pero no te quería dejar ir, quizás a la mañana siguiente no ibas a estar mas, y así fue.
Me sentía débil, sin ganas de seguir caminando hacia mi casa, pero aún así, luego de tantas horas, volví. Mis padres ni se percataron de mi ausencia, y no me importó. Me tiré en la cama, sin hacer nada por un tiempo indefinido. Me llamaron para desayunar, así como para almorzar y cenar, pero no bajé.
Me sentía terrible, no quería existir y a nadie le importaba. Otra vez me encontraba completamente sola, como antes de que aparecieras.
Luego de tantos días encerrada en mi habitación, fui a comprar dos cajas de cigarrillos de menta, como los que te gustaban. Caminé hacia nuestro lugar de despedida y me senté justo donde me desperté. Las horas pasaban y seguía tratando de que mi voz interior se callara, hasta que lo hizo.
No puedo encontrar una respuesta a todas tus preguntas, no creo que prenderme fuego o ahogarme sería una solución a todo esto, quizás la felicidad que buscábamos simplemente estaba en nuestra relación tan extraña, pero nunca la vimos. Arriesgo a decirte que éramos felices juntos, hasta que nos tuvimos que separar por un destino idiota.
Sabes, estoy pensando en lo que me preguntaste anoche, creo que te entiendo. Es horrible sentirse infeliz, incomprendido y solitario, con un terror a que la amargura vuelva. Pero lamentablemente, te puedo confirmar que este sentimiento tan de mierda no va a durar solo un día.
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