Es definitivo: he perdido la fe en la humanidad. Si bien mi misantropía es algo que se viene desarrollando desde hace bastante tiempo no hace mucho aún tenía los ánimos de intentar ser partícipe de aquellos grupos de personas los cuales están motivados por ejercer un cambio social y un bienestar generalizado. Pero ya no, y abundan razones para justificar mi desánimo aunque escasea gente a quien le interese.
Es innegable que el ser humano es una especie que llama la atención por el desequilibrio que genera con su medio ambiente y las demás especies. Pareciera a estas alturas que somos una raza que está destinada a acabar con todo y con todos, incluso con nosotros mismos. ¿Cómo llegamos a esto?
Intentar imaginar una sociedad actual en la que además de solucionar los problemas políticos y económicos que tenemos también se logre un equilibrio con el medio y quienes habitan en él puede llegar a ser una tarea imposible. Bueno, quizás no, la imaginación y la teoría dan para mucho pero la realidad está llena de límites que quisiéramos ver desaparecer.
Al darle vueltas al asunto, no puedo evitar pensar sobre los orígenes del hombre y sus sociedades primitivas, en las cuales el desarrollo de la razón, la ciencia y la técnica no había llegado como para darnos las comodidades que tenemos hoy en día pero en donde aún existía aquel equilibrio especie-medio que poco a poco fuimos alterando. Supongo que en algún punto de nuestra historia esa alteración ya se transforma en un quiebre definitivo, sin vuelta atrás y que yo particularmente situaría en los inicios del mercantilismo para rematar más tarde con la revolución industrial. Una humanidad que vive para el consumo de los bienes que son generados en cantidades masivas y manejadas por un sólo gran factor: el capital. Esta actitud se ha interiorizado y transformado en algo común, que quizás ni siquiera nos sorprende como debiera ser. Incluso culturalmente podemos apreciar por todos lados cómo la publicidad y los medios apoyan el consumo y muchos de nosotros lo adoptan como “objetivos de vida”.
Planteando nuevamente el estilo de vida primitivo, puedo observar en él otro elemento al cual le sumo gran importancia: el espiritualismo. El hombre primitivo y el contemporáneo poseen otros medios como también otros fines. El sentido de la vida se ha transformado completamente a lo que seguramente era en un comienzo y eso tiene mucho que ver con el apego del hombre y su espiritualidad. Hoy en día hemos perdido el contacto, los registros y tradiciones de innumerables culturas que aún conservaban esa conexión especial que nosotros como sociedad mundial (hablo a grandes rasgos) hemos perdido.
El avance cada vez más rápido hacia el colapso de los métodos usados hoy en día, hacia la desaparición de los recursos, las guerras por obtenerlos y el peso de las élites sobre la población vulnerable para la supervivencia es sólo cuestión de tiempo. Para mí sería mucho más agradable no tener que presenciar esta tragedia griega, he ahí mis deseos de desaparecer completamente y jamás ser encontrado de nuevo….
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