Quiero arrancarme el corazón, con una mano, con un cuchillo o una daga, no importa cómo. No soporto estos sentimientos, me rehúso a sentir.
El desasosiego me llena, desde las puntas de los pies, hasta llegar a mi cabeza. La tristeza me desborda por los ojos y aunque trate de detenerla, no me veo capaz. Me están pisando el pecho desde hace una semana y yo, solo me encuentro tirado en el piso, un lugar frío y oscuro. Aceptando. Transitando.
Las risas se volvieron superficiales y vacías. Tener apetito es un lujo, algo por lo cual porvenir si uno tiene las suficientes ganas de quererse quizás un poco y, por supuesto, conciliar el sueño se acerca bastante a lo deseado. Lo esperado.
Pensar se convirtió en una pesadilla otra vez. Manos que señalan, miradas hinchadas y furiosas, voces quebradizas y abrazos fríos es todo lo que se es posible ver. No vas a recibir una muestra verdadera de cariño, quién sabe por cuántos años. Es difícil confiar y abrirse.
Uno se llega a complicar la vida uno mismo, por motivos que me son indiferentes y nunca voy a poder comprender. Es aterrador cómo alguien puede llevarse a cuestas a muchas personas cuando decide hundirse. Creo que es egoísta. Preferiría ahogarme solo con tal de no molestar, lo haría sin chistar y sin lastimar a nadie. ¿Por qué perjudicar al prójimo? No tiene sentido.
¿Cuál es el motivo de todo esto?